Smart Mobility Valencia: La piedra lanzada en el estanque de la industria, por Xavier Borràs
Rebuscando en el baúl etimológico de la palabra inglesa “smart”, encontré algunas entradas que complementan la idea de que lo “smart” es aquello que trata de ser inteligente, empleando para ello la tecnología para conectar dispositivos y gestionar el infinito océano de datos que nos aportan la interconectividad y la llamada internet de las cosas.
Smart también es aquello que es ejecutado con fuerza o vigor; incluso algo que es rápido, activo, clarividente. Smart money, por ejemplo, es el dinero que se obtiene de invertir acertadamente, sea en valores, en proyectos o empresas. Aunque ser smart también significa ser elegante, educado y ajustado al protocolo,
Piensen en estas ideas y les aseguro que les ayudará a entender de qué estamos hablando cuando citamos las smart cities o la smart mobility . O qué se quiere decir cuando se habla de políticas públicas smart, caracterizadas, a mi juicio, porque nunca deberían olvidar su principal objetivo: servir al ciudadano y ayudar a progresar a su entorno, sea en lo económico, en lo político o en lo social…también, por supuesto, en lo tecnológico. Aquello que no beneficie al ciudadano o mejore la habitabilidad no es smart. Aunque lo vistan de esmoquin.
Esta búsqueda de lo smart me vino inducida cuando preparaba una mesa de debate en la pasada Smart Mobility Valencia, la primera feria organizada por Mobility Innovation Valencia (MIV) y que reunió a empresas, emprendedores, investigadores y centros tecnológicos en torno a esta gran preocupación de todas las grandes capitales del mundo.
La movilidad está en el centro del futuro de nuestras ciudades. Pero, como una piedra lanzada al estanque, las ondas van afectando progresivamente a la automoción, los proveedores de la industria, las compañías aseguradoras o las instituciones financieras. Porque -vayan preparándose-, la discusión empieza por la industria del automóvil, pero va mucho más allá.
A mi juicio, sería un error permitir que fueran sólo las grandes marcas automovilísticas las que lideraran esta transformación, que es decisiva para nuestras vidas. La disrupción que auguró Lukas Neckerman en su famoso “The Mobility Revolution (2014)” debería ser, como él mismo defiende, de abajo hacia arriba. Y no al revés. Se desenfocaría la perspectiva.
Por eso era relevante y necesario que el clúster representado por la Asociación Valenciana de la Industria del Automóvil (AVIA), concediera la batuta del MIV a Jackie Sánchez-Molero e, inmediatamente, naciera esta primera edición de la feria de la innovación en movilidad, realizada en colaboración con Innotransfer, la red de innovación abierta de los Parques Científicos de las universidades, los institutos tecnológicos, la asociación StarUp Valencia y el proyecto Missions Valencia 2030, la estrategia de innovación social urbana de Valencia.
AVIA nació y creció al amparo de la planta de Ford en Almussafes. Ford ha sido la gran razón de ser del clúster de la automoción. Y su vocación es seguir siéndolo. Pero igual que la marca americana se la juega en la obligada mutación hacia lo eléctrico, el sector industrial de la Comunidad Valenciana también afronta un desafío de supervivencia.
La introducción del automóvil cambió las ciudades. Primero, como una oportunidad. Después como una pesadilla en forma de atascos, ineficiencia y estrés. Y por eso ahora es tan importante la manera en que las ciudades gestionen su relación con el vehículo particular y con los sistemas de transporte público que comienzan a repensarse.
Sucede, por ejemplo, en Helsinki, con el proyecto Kutsuplus, lanzado en 2012 con una fórmula de “micro-transporte” bajo demanda, un ensayo todavía no perfeccionado de lo que nos viene: servicios emergentes de movilidad según pedido, que convivirán con las redes de transporte público más “convencionales”. En la suma de esta variedad podría estar la clave de la sostenibilidad. Las ciudades del futuro serán sumas de sistemas. La movilidad también.
Helsinki será o no será imitable. De entrada, allí hace habitualmente un frío que pela. Y en la Comunidad Valenciana nos sonríe el sol. Pero Finlandia muestra que la movilidad del futuro tendrá una serie de características que se están definiendo ahora mismo y también otras con las que de momento ni soñamos. Hay quien plantea que los atascos se resuelven con más carreteras. O con vías que nos sobrevuelen. Y lo cierto es que si las construimos, los conductores las acabarán llenando (probablemente de coches).
Ésta y algunas otras ideas quedaron bastante claras en la mesa de la Valencia Smart Mobility, donde pudimos escuchar un coro de voces bastante plural. Comenzando por la gerente de AVIA, Elena Lluch, y el coordinador de IMAUT en la Red de Institutos Tecnológicos, Vicente Rocatí, que centraron su participación en analizar las virtudes de un sector industrial que, a su juicio, está preparado para una transformación decisiva.
De hecho, tanto Lluch como la propia presidenta de AVIA, Mónica Alegre, están convencidas de que la Comunidad Valenciana reúne las condiciones para ser un referente de la movilidad inteligente en Europa. De entrada, el tejido valenciano del automóvil ha realizado una importante apuesta por la internacionalización y la diversificación. Pero los próximos meses serán decisivos para el futuro de la industria auxiliar. El MIV pretende sumar conocimiento a esa estrategia. Pero el camino es largo. Para las grandes, para las pymes y para las startups.
También participaron el concejal delegado de Emergencia Climática de Valencia, Alejando Ramón, y el dinamizador en movilidad de la asociación Startup Valencia, Javier Alcalá.
Mientras, el recinto de Feria Valencia era un constante ir y venir, un trasiego de visitantes a las casi cinco decenas de escaparates que presentaban algunas de las más innovadoras soluciones de las tecnológicas locales, como Endurance Motive, especializada en baterías eléctricas de ion-litio, Pboox, Yego, Vrain, Discomon, MyrentGo, Cargreen, Compark Mobility.
Todo, entre drones y robots. Y, de fondo, campanas que advertían de que el tiempo del elevator pitch, las ya clásicas presentaciones rápidas de los emprendedores ante potenciales inversores, se había terminado.
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